Mujeres pertenecientes a los sectores acomodados

 

 

 

“Un hecho central plasmó el carácter de la vida social y cultural del Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX: la Revolución. La vida privada tanto como la pública se vieron conmovidas hasta sus cimientos por el proceso de transformación social y política que ella impulsó”, señala Jorge Myers. Lo mismo podemos decir que ocurrió en Mendoza; sin embargo, muchos de los usos y costumbres coloniales pervivieron durante las primeras décadas del siglo XIX y las mendocinas siguieron viviendo al mismo ritmo de los tiempos de la colonia.

Como antaño, las mujeres “decentes” tenían en el hogar y la iglesia el centro de sus vidas, afirma Ricardo Cicerchia. El primero, seguía siendo el “santuario” donde se consideraba que ellas, además de estar a salvo de las tentaciones del mundo, eran capaces de no desviarse de su destino verdadero de madres y esposas.

 

Pasatiempos hogareños

Los días transcurrían tranquilamente para estas mujeres de los sectores acomodados que delegaban en sus criadas y sirvientas las labores domésticas. Uno de los entretenimientos habituales de las más jovencitas lo refiere el viajero alemán Hermann Burmeister que estuvo en Mendoza unos años antes del terremoto de 1861:

 

Hermann Burmeister

Imagen disponible en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Burmeister_Harmann_1807-1892.png (consultado el 21 de junio de 2013)

 

“Antes de la tarde no se abren las ventanas de la cuadra, detrás de las que se colocan las damas para distraerse mirando hacia fuera, las que allí se sientan, ataviadas elegantemente, sobre pequeñas alfombras y asoman la cabeza de vez en cuando por entre las rejas para dar un vistazo a la calle. Más de una recibe a esta hora el homenaje de sus adoradores, los cuales se estacionan ante la ventana para conversar con la bella que a veces regala una flor que lleva sobre el pecho a alguno de los galanteadores, quien por esta distinción se considera preferido por la hermosa niña”.

 

Las mujeres se asomaban a la calle pero seguían dentro de la casa que las defendía y que marcaba una frontera entre lo público y lo privado, como sugiere Michelle Perrot. La sociedad mendocina se regía todavía por las costumbres heredadas de la etapa colonial y esto también lo detecta el viajero alemán al señalar en su libro que “todo se mueve dentro de fórmulas tradicionales ya establecidas y en términos modelados por la antigua cortesía española”.

Familia a principios del siglo XIX

Gran Enciclopedia de España y América. Madrid, Espasa-Calpe, 1983. Tomo II, p. 129

 

 

Reuniones sociales

A este pasatiempo se le sumaban otros, como los paseos dominicales por la Alameda, las salidas al teatro y las excursiones al Challao y al Borbollón. Así, por ejemplo, Josefa Cavenago, esposa del general Toribio Luzuriaga, solía pasear por la Alameda junto a su amiga Remedios de Escalada de San Martín. Respecto de las reuniones sociales, cualquier motivo (bautismos, matrimonios, cumpleaños, la presencia de algún viajero o fiestas patrias) era bueno para justificar la realización de una tertulia que podía completarse con un baile y un banquete, apunta Fabiana Varela.

 

Tertulia

Devoto, Fernando y Madero, Marta. Historia de la vida privada en la Argentina I. Buenos Aires, Taurus, 1999, p. 115.

 

En aquellas veladas mendocinas, las damas, especialmente las más jóvenes, eran el centro de atención y recibían el trato más distinguido por todos los invitados. Burmeister comenta que la pregunta consabida que se escuchaba en boca de toda mujer era la referida al estado civil del caballero, dónde se encontraba la esposa y si tenía hijos.

 

Minuet

Devoto, Fernando y Madero, Marta. Historia de la vida privada en la Argentina I. Buenos Aires, Taurus, 1999, p. 106.

 

 

Devoción femenina

El otro centro de la vida femenina después del hogar, era la iglesia. Burmeister destaca que la devoción de las mujeres era mucho más profunda que la de los hombres “que nunca entran [a la iglesia] sino con motivo de alguna solemnidad”. Las mendocinas decimonónicas iban al templo varias veces por día (muy temprano a la mañana, al mediodía y por la tarde) pero nunca solas, especialmente las más distinguidas, porque no estaba bien visto; por ello, se hacían acompañar por sus hijas o sirvientas. En cuanto al atuendo, algunas damas de la alta sociedad que querían destacarse por sus sentimientos religiosos elegían para ir a misa el hábito de la orden monacal cuya iglesia frecuentaban (franciscanos, dominicos, mercedarios, etc.); sin embargo, no eran muchas, ya que la mayoría vestía sencillamente de negro.

 

Mujer mendocina hacia 1858

“Láminas de la obra de Burmeister”. En: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza. Mendoza, Junta de Estudios Históricos, 1937. t. VIII

 

 

Educación

La formación de las mendocinas por aquel entonces estaba en manos de monjas o a cargo de alguna preceptora. Se trataba de una educación bastante limitada y fuertemente religiosa que consistía en el aprendizaje de la lectura, escritura, nociones básicas de aritmética, labores domésticas (bordado y costura) y, por supuesto, catecismo.